El consumo de fructosa parece producir cambios en el cerebro que pueden conducir a comer en exceso. El incremento del consumo de fructosa ha sido paralelo al incremento de la obesidad y dietas ricas en fructosa parece ser promueven el aumento de peso y la resistencia a la insulina. (Ref. 1)
La Dra. Page ha demostrado por Resonancia Magnética en voluntarios sanos que la ingestión de glucosa (comparada con la ingesta de fructosa) disminuye la activación del hipotálamo, ínsula y núcleo estriado, áreas del cerebro que regulan el apetito, la motivación por comer y la satisfacción tras la comida así como un aumento de la insulina circulante. En cambio la ingesta de fructosa no produce ninguno de estos efectos, aunque sí que inducía niveles más bajos de insulina, lo que puede favorecer a los diabáticos, aunque por otra parte la insulina, también llamada hormona de la saciedad, al estar más disminuida en sangre, mantenía más vivo el apetito.
Así pues, la ingesta de fructosa produce menores incrementos de los niveles circulantes de la hormona de la saciedad o insulina, comparada con la ingesta de glucosa, resultados también corroborados en roedores; la fructosa aumenta la sensación de la necesidad de comer y con ello el incremento del consumo de alimentos. R.T.
Lo mismo opina Jonathan Q. Purnell, MD, and Damien A. Fair, PhD, del Oregon Health & Science University, Portland: »Cuando el cerebro recibe fructosa las vías neurobiológicas de regulación del apetito promueven un aumento del consumo de alimentos».
(Ref. 2)
Fuentes: (Ref. 1) Kathleen A. Page, MD, and colleagues from Yale University in New Haven, Connecticut
(Ref. 2) (Fructose Effects in Brain May Contribute to Overeating, Megan Brooks. JAMA. 2013;309:63-70, 85-86. ,Jan 02, 2013, Kathleen A. Page, MD, and colleagues)