Debido al avance de las nuevas y sencillas técnicas de diagnóstico rápido de la celiaquía, el estamento médico y la sociedad en general, es cada día más consciente de lo frecuentes que son los casos de celiaquía, tanto los llamados típicos que se presentan con poco apetito, o diarrea más o menos patente, disminución de la velocidad de crecimiento, algias de abdomen, vientre prominente, etc. como los casos llamados silentes o latentes con muy pocas o nulas manifestaciones clínicas; así somos los humanos en general, ante un mismo estímulo unos reaccionamos de una forma, otros de otra y otros de ninguna forma.
La frecuencia de la enfermedad celiaca, se cifra actualmente en un 1%, bien superior a la que nos imaginábamos hace años los que fuimos pioneros realizando las primeras biopsias yeyunales, con el Dr. Vicens y Dr. Beltrán del Hospital del Valle de Hebrón, aprendidas por el que suscribe en el Hôpital Cantonal de Genève con el Prof. Nusslé, antes de la aparición de cualquier sociedad de celiacos, que hay que reconocer tanto han ayudado y mucho a los enfermos.
Este 1% arroja la pavorosa cifra para una ciudad de 2 millones de habitantes como Barcelona, de unos 20.000 casos, de los que la mayoría circulan por nuestras calles, oficinas, lugares de esparcimiento sin diagnosticar, arrastrando unos síntomas mínimos atribuidos a colon irritable, o neurosis o bien sin síntomas, con el peligro de desarrollo en el futuro de una osteoporosis, trastornos de coagulación, hepatitis, astenia, anemia, etc. y lo que es peor degeneración cancerosa que puede abarcar desde el esófago al intestino grueso o al sistema linfático (linfoma no Hodking), degeneración que en absoluto ocurre con una dieta sin gluten bien seguida.
Así y todo el diagnóstico de enfermedad celiaca cada vez se realiza más frecuentemente y precozmente, e incluso en ocasiones falsamente por, por lo que podríamos decir, exceso de celo celiaco. Por ello todos los artículos referentes a este enfermedad cada día tienen mejor y mayor acogida entre los lectores no médicos, y esperamos que ese interés no decaiga en aras del beneficio de los enfermos que saben que lo son y de los que no lo saben, ya que esos artículos puede les conduzcan al puerto adecuado que es el conocimiento de la enfermedad que padecen.
Uno de estos bienvenidos artículos de difusión es el publicado en LA VANGUARDIA del pasado 22 de julio:
"Y un día los celiacos podrán comer pan" en el que cita un trabajo del Science Translational Medicine, realizado analizando células inmunitarias en celiacos y no celiacos y viendo la respuesta ante la administración de gluten.
Quisiera puntualizar, que afortunadamente los celiacos ya pueden comer pan y pastas, pero sin gluten, y de una excelente calidad, como el producido por los pioneros en Cataluña desde la década de los 70, Turull y Camprubí, de Terrassa, ahora solo TURULL o los comercializados por AIROS dirigido por el Sr David MARTINEZ que está produciendo una harina sin gluten, que da al pan la misma consistencia que el que tiene gluten, investigaciones semejantes a las que lleva un equipo de la Cátedra de Bromatología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Creo que es de justicia rendir homenaje a estos pioneros de los productos sin gluten, cuyos trabajos fueron previos a los de otros países europeos; posteriormente otras firmas como SCHARK vinieron a endulzar el paladar de nuestros pequeños y grandes celiacos.
En cuanto al trabajo que cita LA VANGUARDIA del 22 de julio, otros investigadores ya concluyeron en que en el aminoácido prolina radica la agresividad, prolina que también se encuentra en otros alimentos, lo que hace difícil la confección de la vacuna.
Por el momento el celiaco no debe alarmarse en si va a tardar en comer el mismo pan y pastas que los no celiacos, tras medicación o vacunas; lo importante es que cada vez el pan y las pastas son de mejor calidad, más sabrosas, y con mayor consistencia que aún confiamos aumente más cuando se comercialicen estas harinas sin gluten pero con capacidad aglutinante, que por ello al gluten se le llama gluten.
Dr. Ramón Tormo